17 de junio – Día Mundial contra la Desertificación y la Sequía

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Desertificación, sequía y cambio climático: por qué necesitamos pensar diferente (y cómo lo estamos haciendo en el proyecto BONEX)

El cambio climático ya no es una amenaza del futuro: está remodelando nuestro presente. Lo vemos en el incremento sostenido de las temperaturas, en la irregularidad de las lluvias, en la alternancia brutal de sequías e inundaciones. Pero también —y más silenciosamente— en la degradación del suelo, en la caída de la productividad agrícola, en los ecosistemas que se degradan sin hacer ruido.

En este escenario, el sector agrícola se encuentra en una encrucijada. La falta de lluvias afecta directamente la disponibilidad de agua para el riego, y las altas temperaturas incrementan la evapotranspiración de los cultivos, que demandan aún más agua para sobrevivir. Además, la desertificación —agravada por el abandono de tierras, la erosión y el sobreuso de acuíferos— está degradando los suelos, poniendo en riesgo la base misma de nuestra seguridad alimentaria.

Durante años, hemos afrontado retos complejos como si fueran simples. Agua, energía, alimentos y naturaleza se han gestionado desde compartimentos estancos, con políticas y decisiones que no se hablan entre sí. El resultado es previsible: soluciones que resuelven un problema pero no  abordan la crisis global e incluso pueden llegar a crear nuevos problemas. Además, solemos olvidar que los ecosistemas juegan un papel fundamental en la búsqueda de soluciones: son nuestros aliados naturales. Filtran el agua, polinizan cultivos, regulan la temperatura y contribuyen a la resiliencia del territorio frente al cambio climático.

Lo que necesitamos es una nueva forma de pensar: un enfoque integrado, que reconozca las conexiones entre agua, energía, producción de alimentos y ecosistemas. Esta es la filosofía del enfoque WEFE Nexus (Nexo Agua, Alimentos, Energía y Ecosistemas, por sus siglas en inglés), una herramienta imprescindible para la toma de decisiones en contextos de escasez.

Desde 2022, el proyecto europeo BONEX ha trabajado en esta dirección. Siete regiones piloto del arco mediterráneo —entre ellas la Axarquía en Málaga— han desarrollado soluciones concretas para hacer frente a la sequía mediante tecnologías como la reutilización de aguas regeneradas, las soluciones basadas en la naturaleza (SBN) y la agrivoltaica. Pero el valor añadido de BONEX ha ido más allá de la innovación técnica: hemos creado un marco de gobernanza que permite evaluar cada decisión en sus cuatro dimensiones clave —agua, energía, alimentos y ecosistemas— con la participación de todos los actores implicados.

Los resultados del piloto de Axarquía han demostrado que es posible avanzar hacia una gestión más sostenible del agua cuando se integran enfoques, se escucha a los actores locales y se valoran los impactos colaterales de cada intervención. La reutilización de aguas regeneradas, por ejemplo, ha permitido mantener cultivos en momentos críticos sin comprometer la salud pública ni el medio ambiente y con costes energéticos menores a otras soluciones como la desalación.

En este Día Mundial contra la Desertificación y la Sequía, el mensaje es claro: la desertificación no es solo un problema ambiental; es el síntoma de una forma disfuncional de relacionarnos con el territorio. Pero también es una oportunidad para innovar, para sumar conocimiento técnico con saber local y para reconectar con los ecosistemas que nos sostienen. Desde el proyecto BONEX apostamos por un enfoque que reconoce las interdependencias, gestiona los riesgos y apuesta por soluciones integradas. Es el único camino que puede garantizarnos un futuro sostenible.

 

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